Con apenas 18 años, Valentina Castro se ha convertido en una prestigiosa modelo. Pasó de hacer peinados, a debutar en el desfile de otoño-invierno de Louis Vuitton este año.
Hace apenas unos meses, los vecinos del barrio Ciudadela en el pueblo costero de Tumaco, Colombia, conocían a Valentina Castro Rojas por ser una niña con talento para trenzar el cabello afro.
Aparte de eso, su metro y 75 centímetros de estatura habían llamado la atención en algunos desfiles de moda y reinados de belleza en su escuela y en su barrio.
Valentina dio sus primeros pasos como modelo en noviembre de 2022, cuando un cazatalentos la descubrió. Compartió la noticia con su madre, María Rojas, quien la acompañó a un viaje a República Dominicana, donde tendría su primera experiencia y prueba de talento.
Pero nadie se había imaginado que, con apenas 18 años, Valentina iba a estar desfilando en la pasarela que Louis Vuitton organizó en el Museo de Orsay de París el pasado 6 de marzo.
Louis Vuitton es una marca muy conocida en el mundo y la única tienda de esa firma en Colombia está en Bogotá, a más de mil kilómetros de la casa de Valentina. Sus productos son asequibles solo para una minoría de nuestra población.
En una entrevista con la cadena televisiva RCN en Colombia, relató su transformación:
"Toda mi vida usé sandalias y solo ahora he empezado a usar tacones, fue un desafío, pero en la agencia de Nileny Dipton me enseñaron de manera que lo asimilé rápidamente; ahora puedo manejar cualquier tipo de zapato con soltura".
Después de su primera prueba, la marca decidió seguir con Valentina y le ofreció diversas oportunidades a futuro, desde nuevas pasarelas hasta sesiones de fotos y viajes a destinos como Corea, donde la marca también planea presentaciones.
En la actualidad, Valentina aún piensa en seguir estudiando "Tengo el compromiso de terminar mis estudios... desde hace un año estudio por la noche. Una de mis metas es graduarme", afirmó.
Pero a Valentina no le trasnocha la fama. Ese 6 de marzo, cuando las luces se apagaron y el desfile terminó, se dio cuenta que justo a esa hora, al otro lado del océano, en Tumaco, ya estaba amaneciendo. “Y pues la gente dice que los amaneceres son iguales en todos lados. Yo digo que no, que los más lindos son los de Tumaco. Y extrañé no estar allá, en la playa, en el Morro, haciendo trenzas, comiendo mariscos. Es que uno puede ser feliz con muy poco y sin tacones”.